Ser educador (padre o madre) es muchas veces angustioso…aunque evidentemente es satisfactorio, gratificante y un rol importantísimo en la vida de muchas personas.
En muchas ocasiones, o en determinadas etapas de la educación de nuestros hijos, no sabemos qué hacer. A
veces, parece que nada de lo que hacemos funciona. Otras veces, nuestras propias emociones o situaciones vitales nos hacen enseñar y educar de una forma diferente a como nos gustaría.
La Disciplina positiva puede ayudarnos en este camino. Y será el camino que muchos padres elegirán. Hoy me gustaría adentrarnos un poco más en lo que esto representa…
“Disciplina” significa enseñar. Con todo lo que esta palabra conlleva. Y “positiva” hace alusión a la no
violencia, al respeto y a la comprensión.
Es importante saber que esta disciplina tiene su base en resultados de múltiples investigaciones
sobre el desarrollo infantil.
No se pretende con ello que los padres se hagan expertos en las etapas de desarrollo de su hijo (aunque muchos casi llegan a serlo), pero sí resulta indispensable tener cierta información.
Si sabemos qué esperar en cada etapa; si sabemos qué y cómo piensa nuestro niño según su edad, y si sabemos qué conductas son habituales en cada momento…podremos responder y enseñar de manera más adecuada.
No podemos pretender que un niño menor de tres años obedezca siempre, sin fallos.
Un niño de tan corta edad todavía no domina de manera consciente todas sus acciones ni su voluntad, por lo que es imposible que obedezca una orden de manera consciente y sin error.
Por esto, es importante que los padres se informen sobre las etapas de desarrollo de los niños.

Otra de las bases fundamentales de la disciplina positiva es la importancia de las metas a largo plazo.
Si os preguntan qué objetivos tenéis para vuestros hijos de adultos, seguramente digáis cosas como: que sea responsable, que sea educado, que sea feliz, que logre un buen trabajo, etc.
Bien. Sigamos con un ejemplo. Día de colegio. Tu hijo tarda mucho en despertarse y desperezarse por la mañana.
Resulta casi imposible levantarlo. Vestirlo es una ardua tarea. Después, desayuna muy despacio; con una lentitud abrumadora.
Tu objetivo a corto plazo, inmediato, es que se levante, se vista y se prepare para ir al colegio y llegar
a tiempo. Tu hijo parece no comprenderlo; o no estar de acuerdo en ayudarte a lograrlo.
¿Qué haces? Le apuras, te inquietas, incluso le gritas…
Estas reacciones están totalmente en oposición a esos objetivos a largo plazo planteados. Tu hijo aprende a
gritar, a enfadarse, a dejarse llevar por las prisas… no concuerda con ese hijo educado y amable que deseamos que llegue a ser.
La disciplina positiva nos ayuda y anima a ver los retos de corto plazo como oportunidades de trabajar en sus metas a largo plazo. Siempre mirando al futuro.
Gracias Sara! por tu aportación esclarecedora como siempre, si queréis saber más sobre Sara Otero, sus cursos y sus áreas de experiencia podéis visitar su web.
Una vez más, espero que os resulte útil y si os ha gustado compartid en vuestras redes sociales!
Los resultados nunca son inmediatos pero se agradecen.
Muy interesante y me parece un buen camino. Las personas, niños y adultos, aprendemos más cuando nos tratan con cariño y por las buenas que si recibimos desprecios, gritos o insultos. Buen post.
Un saludo!
Por supuesto, por el camino del respeto y el dialogo siempre se obtienen mejores resultados a largo plazo, o eso creo.