Hoy voy a hablar de un tema que me preocupa bastante, y es la falta de respeto y de empatía que tenemos la mayoría de los padres por nuestros hijos. Me incluyo porque soy la primera que cometo el error de avasallar en lugar de razonar con mi hijo, y me explico a continuación. 

Cuando obligamos a nuestros hijos a hacer ciertas cosas que no quieren hacer muchas veces los estamos avasallando, estamos imponiendo nuestra voluntad sobre la suya y enseñándoles a someterse a nuestra autoridad.

Los niños evidentemente deben tener normas y disciplina, pero también deben tener voluntad, de la misma manera que tú no le dejarías tu coche a un vecino solo porque le gusta o no te comerías el brocoli por mucho que el camarero te amenace con no dejar que te levantes de la mesa si no te lo terminas, tu hijo tampoco debería.

Los niños han de aprender a través de consecuencias, si no le deja el coche a su amigo su amigo no le dejará la moto, si no se termina la comida tendrá hambre y no podrá comer nada hasta la merienda.

Si educamos niños sin voluntad desarrollaremos adultos sin carácter, pusilánimes, en definitiva «vasallos».

Adultos sin iniciativa propia ni aplomo para hacerse valer, que no sabrán resolver sus propios problemas y se quedarán esperando a que alguien les diga lo que tienen que hacer en todo momento, ya sea su amigo, su profesor, su pareja o su jefe.

Pero me voy a centrar en cosas que hacemos con los niños en nuestro día a día.

Me parece horrible obligar a un niño a comer, por varios motivos: 

En primer lugar el niño tiene derecho a tener gustos, igual que tú, no tiene por qué gustarle la coliflor y por lo tanto no tiene por qué comérsela, del mismo modo que tú no te comes las judías aunque sean buenas.

En segundo lugar el niño tiene derecho a no tener hambre, esto parece básico pero a los padres se nos olvida, es posible que el niño sencillamente no tenga hambre y no quiera comer nada y hay que respetarlo. 

Y en último lugar el niño no es quien está decidiendo ni la comida, ni la cantidad que le estás poniendo en el plato por lo que no tiene por qué comérselo todo, imagina que llegas a un restaurante y no solo no te dan a elegir lo que hay para comer si no que además te sirven 8 filetes de ternera y te exigen que te los termines… así se siente tu hijo. 

En mi opinión obligar a probar tampoco es bueno, meterle un bocado al niño a la fuerza en la boca para que pruebe… imaginároslo, vas a china y te tapan la nariz te abren la boca y te hacen comerte medio saltamontes… nop no me convence. 

Otro tema que me trae loca es como obligamos a los niños a obedecer a los adultos sin cuestionarlos nunca, si un niño cuestiona a un adulto es un niño «contestón» «rebelde» nadie se para a pensar en el mensaje real que enviamos a los niños y es que lo que ellos quieren no cuenta para nada

«Dale un beso a fulanita» ¿en serio? Imagina que te cruzas con un amigo y te presenta a su compañero de trabajo y luego te dice «dale un besito de despedida ¿no? no seas maleducada…» existen barreras y espacio personal y los adultos somos los encargados de enseñarle eso a los niños, a que no tienen que compartir su cuerpo (aunque sea solo un besito) con nadie que ellos no quieran. 

Esto me lleva al tema de la obediencia ciega, estoy leyendo mucho sobre esto porque hasta hace poco tenía metido en mi cabeza «mi hijo no me hace ni caso» cuando la realidad es que mi hijo cuestiona mis órdenes y eso no es malo. 

Cuando le digo a mi hijo que hay que ponerse los zapatos espero que lo haga al instante y eso no es realista, soltamos órdenes como si fuésemos sargentos y esperamos obediencia ciega, y si no empezamos con amenazas, vas a ir castigado… te vas a quedar sin postre… te voy a quitar un punto… y todo eso porque el niño nos cuestiona por qué hay que ponerse los zapatos ahora y no dentro de 5 minutos cuando haya terminado de ver Bob Esponja.  

Antes de navidades al colegio de mi hijo vino «el apalpador» cuando llegué a buscarlo la profesora me dijo que mi hijo le había pegado y mordido a la directora… el caso es que mi hijo no quería ir a ver al apalpador, él quería quedarse en clase jugando.

Su profesora se marchó con los demás y se quedó la directora convenciendo a mi hijo de ir a ver al apalpador, supongo que la directora se cansó de dialogar y lo agarró de la mano para llevarlo a la sala de usos múltiples, momento en el que mi hijo empezó a pegarle puñetazos y patadas para que le soltase…

Yo escuché todo esto escandalizada porque mi hijo nunca se había comportado de esa manera, me marché con él a casa y en el camino mientras reflexionaba intenté ponerme en su lugar… 

Una señora que he visto 3 veces por ahí por el pasillo pero que no conozco de nada (lleva dos meses en el colegio), me está intentado llevar a la fuerza a un sitio ¿que hago?… y entonces respire tranquila porque es una reacción normal de un niño de 3 años.

Lo que en realidad NO es normal , es que nuestros hijos confíen en cualquier adulto solo porque es adulto o porque lo ha visto hablar contigo, porque entonces tu vecino del 4º o el conserje del colegio puede llegar al parque y cuando nadie mira, decirle a tu hijo que se vaya con él que van comprar un juguete y tú hijo se irá con él, y en el camino tu vecino le pedirá «un besito» y tú hijo se lo dará aunque no quiera… y no voy a seguir porque se me revuelve el estomago solo de pensarlo.

Por otro lado lo de compartir trae mucha polémica, y es que yo creo que muchos padres no entendemos igual lo que es compartir.

Para mí compartir un bocadillo significa que yo te doy la mitad y yo me como la otra mitad, compartir un  juguete significa que jugamos JUNTOS con ese juguete, no significa que yo te doy mi juguete para que tú juegues con él y yo me quedo mirándote jugar.

Hay cosas que no se pueden compartir y ya está, si yo te dejo mi coche para ir a trabajar me quedo sin él, pero puedo llevarte si lo necesitas.

Pienso que esta lógica hay que aplicarla con los niños también, si solo hay un muñeco no se puede compartir, tu marido y tú no tenéis solo un móvil y un ratito lo usas tú y otro ratito él ¿a que no?

Otra cosa es que haya 100 juguetes y tu hijo no quiera compartir ninguno, ojo y digo ninguno porque si hay 100 juguetes y tu hijo no quiere compartir uno también está en su derecho, yo tengo mil anillos pero no te prestaría mi alianza de boda ni loca.

Y es que la propiedad privada existe, no vivimos en una comuna hippie y los juguetes no son de todos, para tí ese muñeco de Bob Esponja no tiene mayor importancia pero para tu hijo es su más preciado tesoro. 

Mi conclusión es que por mucho que nos vuelva locas, no podemos controlar cada cosa de la vida de nuestros hijos, ellos tienen derechos y solo porque nosotros podamos «dominarlos» no significa que debamos hacerlo.

Demasiadas normas, demasiada disciplina no va a hacer a tu hijo más educado, de hecho se ha demostrado que cuanto más autoritaria es la infancia, peor es la adolescencia, porque un día cuando tu hijo tenga 13 o 14 años (con suerte porque igual con 10 ya empieza…) se dará cuenta de que no posees la verdad absoluta.

Será consciente de que muchas veces estas equivocado y sobre todo que realmente ya no puedes obligarlo a hacer algo que no quiere y entonces todas tus normas y tus castigos no habrán servido de nada porque no le habrás enseñado lo más importante: RESPETO.  

 Y hasta aquí mi opinión, yo sigo trabajando en ello todos los días ( Y fallando una y otra vez) porque a mí me educaron para obedecer y ser «seguidora» pero yo quiero que mis hijos sean gente creativa e inspiradora, «guías» y eso merece unos cuantos dolores de cabeza.

 Gracias por leerme! Si os ha gustado compartid en vuestras redes sociales!

No dudéis en comentar!

Puede que también te guste...

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.