Hace un par de años que comencé a explorar el Mindfulness, más a nivel personal que profesional.
Considero que esa es la manera. Lo he probado y comprobado en mí misma; sus beneficios, sus efectos y su gran eficacia.

Así que, por supuesto, ahora es una herramienta que utilizo y recomiendo para todos, también para los niños. Y aunque resulta muy útil en terapia, lo ideal es incorporarlo a nuestra vida. 

Cuando somos pequeños, aprendemos con naturalidad, con menos esfuerzo. La plasticidad cerebral es infinita, y también nuestra curiosidad.

Conozco muchos padres que inician a sus hijos en clases de idiomas, por ejemplo, desde pequeños, para logar ese aprendizaje “fácil” y natural.

Del mismo modo, confío en los beneficios de enseñar a
nuestros niños a conocer la relajación desde muy temprano.  

Hay muchos métodos de relajación y de meditación. Cada uno debe encontrar el más adecuado o ajustado a su persona.

Con los niños, nos corresponde a los adultos mostrarles las diferentes técnicas y formas de hacerlo, para que ellos mismos puedan ir
decidiendo y optando por algunas más concretas. 

El Mindfulness es una forma de meditación. Su significado sería el de
“atención o conciencia plena”. Se trata de mantener la atención en la
experiencia presente, ser consciente de lo que sentimos y experimentamos en el ahora. 

Existen ya estudios sobre los beneficios de la práctica regular de
Mindfulness. A los niños (y adultos), les ayuda a aumentar su capacidad de atención y concentración, y por tanto a mejorar el aprendizaje.

Además, proporciona tranquilidad y sosiego. 

El Mindfulness nos ayuda:

  • A vivir el momento, el presente.
  • A ser conscientes. 
  • A no juzgar todo lo que nos ocurre. Podemos tener, por ejemplo, sentimientos de rabia. Debemos aceptarlos, podemos analizarlos. Pero no juzgarnos, culparnos y machacarnos por ello. 
  • Nos permite cultivar una mente abierta. Nos ayuda a continuar con esa curiosidad que muchos adultos vamos perdiendo.
  • Nos enseña a gestionar las emociones y las reacciones.
  • Nos permite tener una relación sana con uno mismo. Una relación de amor y de aceptación. 

Creo que cualquiera podría perseguir estos objetivos, para tener una
calidad de vida mejor.  

¿Qué podemos hacer como padres?

Iniciar a nuestros niños en prácticas de relajación y meditación;
Mindfulness o cualquier otra.

Y, por supuesto, os animo a que, si todavía no lo
hacéis, comencéis también vosotros esta práctica. Qué mejor manera de aprender que practicar juntos, en familia.  

En internet hay infinidad de recursos (audios, vídeos), y existen libros sobre meditación para niños como por ejemplo estos: 

Y si tenéis la oportunidad de acudir a algunas clases sería fabuloso.

Espero impaciente vuestros comentarios.

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